El papel de la cultura en Hábitat III

3

Estos días se ha celebrado en Quito la Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Sostenible, Hábitat III, la primera tras la aprobación de los nuevos objetivos de desarrollo sostenible.

Como ya analizamos en otros artículos, el hecho de que la cultura en la redacción final de los ODS no lograse el protagonismo necesario y se viese relegada al ámbito de la transversalidad (lo que supone ausencia de compromisos con indicadores específicos), sin duda ha tenido su efecto también sobre esta cumbre. Como señaló el investigador Jordi Pascual en los encuentros de los días previos, la Nueva Agenda Urbana, a pesar de los avances, nace sin capítulo específico de cultura y en su conceptualización adolece de una definición de la misma como instrumento de desarrollo obviando su dimensión como derecho humano.

A pesar de todo lo dicho, tanto en el nuevo Informe mundial sobre la cultura para el desarrollo urbano sostenible presentado por la UNESCO en este encuentro, así como en los documentos para el debate publicados por ICOMOS, aunque especialmente en el elaborado por el Comité Preparatorio (“Marco urbano sociocultural”, sin duda el más profundo y ambicioso, aunque muchas de sus recomendaciones hayan pasado a un segundo plano de visibilidad), se identifican algunos retos clave:

  • El imparable desarrollo urbano se está viviendo de un modo globalizado y homogeneizado, poniendo en riesgo la diversidad cultural. Se alerta sobre el hecho de que las ciudades no pueden ser meros receptáculos de inversiones de capital, instando a reconocer el peso de la identidad basada en el lugar. La llamada de atención sobre el cuidado de las expresiones locales y el papel clave que habrán de jugar las identidades múltiples en las próximas décadas si buscamos desarrollar ciudades centradas en las personas se repiten en todos los documentos emanados de la Cumbre. Es significativo que la UNESCO en relación con Europa ponga el acento sobre los peligros de la museificación y la gentrificación de los centros históricos a lo largo y ancho del continente.

 

8

 

  • La disminución y amenaza al patrimonio material e inmaterial que se sufre en todo el planeta ante el aumento de la urbanización es otra de las líneas de acción urgentes. La falta de coherencia entre políticas urbanas y culturales está teniendo un impacto incuestionable sobre la pérdida patrimonial, ante la que aún faltan recursos legislativos, inventarios exhaustivos y protección económica.
  • El aumento internacional de la desigualdad y la creciente exclusión social son uno de los principales retos de la Nueva Agenda Urbana. La vigencia de modelos arquitectónicos defensivos y el aumento de la privatización de espacios públicos han sido claves para la construcción de entornos que han fomentado dicha exclusión y han secuestrado espacios de socialización urbana proclives a la creación de vínculos y fortalecimiento de entornos a escala humana. La recuperación de espacios para la vida social que contribuyan a fortalecer nuestras democracias es otra de las recomendaciones obvias.
  • Frente a los lugares comunes repetidos en todas las declaraciones que sitúan a la cultura exclusivamente como motor económico y justifican la salvaguardia y promoción del patrimonio dentro de los capítulos vinculados al turismo cultural y al análisis de la aportación de las industrias culturales y creativas al PIB de los países, se impone un esfuerzo conceptual colectivo mayor para lograr convertir en sentido común el enfoque de la defensa de los derechos culturales y de la centralidad de la cultura como configuradora de la identidad espacial y cultural de las ciudades y los pueblos.

 

2

 

Conscientes de que esta Nueva Agenda Urbana viene acompañada también de una creciente demanda de protagonismo por parte de los gobiernos locales en la esfera internacional como agentes clave para la puesta en marcha de la misma frente a los niveles estatales, así como garantes de la dimensión humana y la planificación estratégica, participativa y centrada en las personas, habrá que ser conscientes de que en los próximos años en nuestras ciudades se librará una batalla clave entre los usos neoliberales del espacio frente a la necesaria protección de las dimensiones vulnerables de la identidad.

Bailar con las manos atadas: Régimen Local y políticas culturales en España

policy

Principio de subsidiariedad: ningún servicio público que pueda residir en un nivel cercano de la Administración debe quedar en otro más lejano.

 

En vísperas de la primera gran conferencia internacional tras la aprobación de la Agenda 2030, Hábitat 3, que se celebrará durante el mes de octubre y en la que se debatirán las nuevas líneas de actuación mundiales en materia de desarrollo urbano sostenible, llama la atención no sólo el silencio mediático en nuestro país al respecto, sino el silencio aún más sorprendente por parte de gran parte del municipalismo español.

La Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales y Regionales está desarrollando una importante labor de presión frente a la ONU para lograr que se tenga en cuenta como interlocutores tanto a las propias ciudades como a las organizaciones territoriales del nivel local, así como está haciendo suya la defensa de la implementación de la Agenda 21 de la Cultura como eje clave para el desarrollo urbano sostenible.

Sorprende, como decía, el silencio de gran parte del municipalismo español, como si aún no fuese consciente del desequilibrio que existe entre los diferentes niveles de gobernanza, así como si no se creyese demasiado, más allá de fórmulas huecas o fogonazos mediáticos, el papel fundamental que juega la cultura para la profundización democrática así como el protagonismo clave que tienen los gobiernos locales en la propia defensa de los derechos culturales en España.

bfe783_bb7bf78389a04f00b9877ac07c03e1fd

Jordi Font, en su lúcido análisis “Radiografía de la política cultural local” nos alerta sobre el estancamiento competencial, legal y financiero en el que se ha situado al régimen local en materia de cultura sin que se esté dando batalla alguna al respecto.

Mientras que el gasto público en España se sitúa, con pocas variaciones, en porcentajes del 57% para la Administración Central, 30% para el nivel autonómico y 13% para la Administración Local, si llevamos nuestra atención al gasto público en materia de cultura nos encontramos ante el hecho de que la Administración Central dedica un 0,5% de su presupuesto a cultura, un 4% la Administración autonómica y un 8% la Administración Local, siendo esta última la que cuenta con menor definición (y por tanto mayor vaguedad) de competencias. Sin embargo, una mirada rápida a nuestro país nos confronta con la realidad de que es la Administración Local la que se hace cargo de la mayor parte de los servicios culturales en España.

Por tanto ambigüedad competencial, financiación estancada…pero también interlocución de “segunda categoría”. ¿No resulta paradójico que quienes están afrontando el mayor peso de la política cultural en nuestro país, el nivel municipal, no formen parte de la Conferencia Sectorial de Cultura? La Conferencia, nacida como el órgano de cooperación con las comunidades autónomas en materia de cultura, llamada a buscar la coherencia y la colaboración entre los diferentes organismos, así como la búsqueda de una cierta armonización legal, no sólo no reconoce en su reglamento ningún papel orgánico al nivel local, sino que, en el caso de darse algún debate (en las dos reuniones contempladas por año, por cierto) sólo prevé la invitación de alguna de las asociaciones de entidades locales con mayor implantación, sin dejar claro en absoluto si se les reconocería más allá de la voz el voto.

14232564_1594920527471045_8254918035937052622_n

 

A todas luces, y no sólo en cultura, es éste un debate permanentemente aplazado y no considerado urgente, dado que traería consigo una reflexión profunda sobre el actual Régimen Local en nuestro país y la necesidad de afrontar un proceso de reequilibrio hacia la Administración Local que en tiempos como los actuales de pura crisis de régimen, no toca.

Me pregunto también si el triunfo del paradigma neoliberal en gestión cultural y la implantación de las lógicas de “marca territorio” y city branding, con las estrategias de diferenciación y posicionamiento asociadas a las mismas, no están impidiendo de alguna manera a nuestros gobiernos locales reconocerse en una problemática común que les permitiese unificar voces y hacer valer su protagonismo como interlocutores clave en materia de política cultural en nuestro país y que les llevase a reivindicar como gobiernos locales la importancia de garantizar el principio de subsidiariedad  en España.