Take a Knee o lo que puede un cuerpo

Vengo un tiempo siguiendo, pindárica perdida, el movimiento desplegado por el jugador de fútbol americano, Colin Kaepernick, a raíz de su acto de desobediencia pacífica en la Liga Americana al permanecer durante el himno en silencio y arrodillado, en protesta por la discriminación racial en EEUU y el aumento de la brutalidad policial. Los duros insultos de Donald Trump tildándole, entre otras cosas, de antipatriota e instando a la NFL a despedirle de modo inmediato, prendieron la mecha de solidaridad y réplica de su gesto (#TakeAKnee, #ImwithKap) que ha culminado con el nombramiento de Kaepernick esta semana como “ciudadano estadounidense del año” por la revista GQ.

Como ha afirmado el propio Kaepernick:

“No voy a permanecer de pie y mostrar orgullo ante la bandera de un país que oprime tanto a los negros como a todas las personas de color. Para mí, eso es más importante que el fútbol y sería egoísta por mi parte mirar hacia otro lado. Hay cadáveres en las calles y gente huyendo de la muerte.”

He estado preguntándome, consciente del contraste entre el “políticamente aséptico” deporte español y europeo, por mi propia movilización afectiva alrededor del movimiento Take a Knee y el modo en el que ha logrado interpelar sensibilidades políticas bastante alejadas del espacio estadounidense.

 

En primer lugar, gracias al exabrupto de Donald Trump, hay una pregunta que salta a escena: ¿qué es un gesto patriótico?, ¿qué gestos corporales son o corren el riesgo de ser etiquetados como “antipatrióticos”?, ¿por quién pueden ser etiquetados así?, ¿está la “patria” inscrita en nuestros movimientos corporales, en nuestros cuerpos?, ¿cómo se inscribe “lo patriótico” en la corporalidad?, ¿cómo se «quita»?, si la “patria” no tuviese cuerpos sobre los que inscribirse, ¿existiría?

El hecho de que el gesto de arrodillarse en silencio haya recibido un ataque presidencial y se haya señalado como una amenaza me resulta, cuanto menos, una subversión poética. Que un gesto históricamente asociado en su faceta positiva a la humildad y la muestra de respeto y en su faceta negativa a la servidumbre y la rendición haya sido señalado como “gesto enemigo de la patria” hace que me pregunte por la escenificación de la obediencia y la construcción cultural de la sumisión en plena hegemonía neoliberal. “Querido Poder, ¿es que arrodillarse no te basta?”

(Esta ilustración es obra de Ashley Lukash)

Identifico en mi propia movilización afectiva algunos elementos que han tenido un carácter decisivo en la amplificación del gesto de Kaepernick:

  • La herencia, inscribirse en un legado: el hecho de recuperar un gesto icónico de la lucha por los derechos civiles a través de la protesta-oración encabezada por Martin Luther King y su actualización en el contexto actual frente a la militarización policial creciente y el aumento de la brutalidad. La reactualización afectiva vivida tras el ataque presidencial y la posterior expulsión de la NFL que ha traído al presente toda la historia de resistencia racial tanto protagonizada por figuras del deporte como de otros contextos. La centralidad que ha tenido el hecho de saberse parte de una lucha genealógica. La invocación a la multiplicidad de afectos: desde la afectividad religiosa vinculada a la raíz baptista pasando por la complicidad del movimiento Black Lives Matter, el apoyo condensado alrededor de los vínculos deportivos y un larguísimo etcétera.

Dr. Martin Luther King Jr., center, leads a group of civil rights workers and Selma black people in prayer on Feb. 1, 1965 in Selma, Alabama after they were arrested on charges of parading without a permit. More than 250 persons were arrested as they marched to the Dallas County courthouse as part of a voter registration drive. (AP Photo/BH)

 

  • Siguiendo la faceta genealógica anterior, el efecto conscientemente educativo hacia las siguientes generaciones que ha tenido el gesto de Kaepernick, la «educación en valores» en vivo por parte de toda una comunidad que se ha servido de un gesto en común (amplificado mediáticamente como sólo podría serlo en la actualidad el deporte) para reforzar lazos afectivos y hacer pedagogía. El hecho de que padres y madres de todo EEUU se hayan lanzado a disfrazar a sus hijas e hijos en Halloween como el jugador de fútbol, siendo el disfraz estrella del 2017 y la construcción simbólica y mediática de la figura de Kaepernick como referente ético para los niños, así nos lo muestran.

 

 

  • La Estética de la Dignidad y la movilización política de la «elegancia». He de reconocer con humildad mi fascinación estética ante la protesta que, siendo estática y silenciosa, para mí rompe los esquemas e imaginería habitual en la narración de lo épico, devolviendo nuestra mirada a esa herencia menos laureada del siglo XX fraguada a base de pequeños gestos de autonomía frente al cegamiento interesado e inducido, que convendría revisitar. En el espacio iberoamericano ya hablamos sobre esta estética de la dignidad aquí.

 

Comparto, por todo lo anterior, mi lectura de este gesto inspirador de resistencia, movilizada por las preguntas que nos ha lanzado desde la NFL, interpelada por la subversión de la gestualidad y la enorme posibilidad de su despliegue, permitiéndome teatralmente doblar la rodilla yo también, con estos versos de Housman, ante todo lo que, políticamente, puede un cuerpo:

Cuando ganaste la gran carrera

el pueblo entero salió a aclamarte,

jóvenes y viejos te vitoreaban

mientras a hombros te llevábamos.

Sabio aquel que sabe escapar pronto

de allí donde la gloria no perdura

pues aunque pronto crece el laurel

mucho antes que la rosa se marchita.

Pero tú no seguirás el camino

de aquellos que malgastaron su gloria.

Corredores cuya fama se extendió

aunque su nombre perduró menos que ellos.

Ante esa joven cabeza laureada

contemplarán tu cuerpo inerte

y descubrirán entre los rizos de tu pelo

una guirnalda aún sin marchitar.

 

 

España ante el decenio internacional de los afrodescendientes (2015-2024)

(Imagen del fotógrafo nigeriano Emeka Okereke)

La Asamblea General de las Naciones Unidas, de la que España forma parte, aprobó declarar el decenio 2015-2024 como el Decenio Internacional para los Afrodescendientes con el fin de visibilizar la desigualdad aún presente a nivel internacional que sufren las personas de ascendencia africana, así como para promover tanto el conocimiento y respeto a la diversidad de su herencia y culturas y lograr su plena e igualitaria participación. Aunque los primeros actos institucionales relacionados con la afrodescendencia en España han venido prioritariamente de la mano del sector de la cooperación y la AECID cabe preguntarnos, ¿qué diálogo está estableciendo nuestro país con su propia herencia africana y qué reconocimiento está dando a sus afrodescendientes y su propia historia? Se corre el riesgo de que la celebración de esta década se conceptualice, en un país separado por apenas 14 kilómetros del continente africano, como algo ajeno a la realidad político-social española, sofocando importantes debates pendientes como lo es, bajo el peso de la construcción de una interesada identidad hegemónica, el propio desconocimiento de la diversidad de nuestra historia  o la nefasta gestión de nuestra propia post-colonialidad.

Experiencias como las desarrolladas por la organización colombiana Manos Visibles alrededor de la Diáspora africana, están marcando el paso en el espacio iberoamericano y poniendo el foco sobre la necesidad de construir nuevas narrativas y afrontar la tarea política de incidir sobre los imaginarios limitantes en torno a los grupos étnicos, no sólo desde la reivindicación de las raíces y la descendencia africana, sino desde la construcción de redes que superen el nivel nacional. De igual manera, en España, aún con poco apoyo mediático (qué haríamos sin Chema Caballero en este país…), se van proponiendo desde la sociedad civil reflexiones de calado:

  • Si una de las líneas de actuación del Decenio es la implementación de programas de lucha contra el racismo, la discriminación racial y otras formas conexas de intolerancia, las organizaciones afrodescendientes en España plantean la urgencia no sólo del cierre de los CIEs, sino de afrontar el racismo policial y sanitario enraizados en nuestro país, así como exigir una política de fronteras que respete la legalidad internacional y la declaración de los derechos humanos.

 

  • También se está pidiendo, de una vez por todas, llevar a la agenda estatal el debate sobre la profundización democrática y los sesgos raciales que a día de hoy siguen presentes en la democracia española y su sistema de partidos. La falta de representatividad política de las comunidades afrodescendientes en nuestro país o la cooptación de caras visibles por parte de los partidos sin incorporar también las demandas colectivas que representan dichos líderes sociales son algunos temas pendientes.

 

  • En relación con nuestras políticas educativas, más allá de la actual invisibilización de las aportaciones africanas en todos los campos del conocimiento, se están poniendo sobre la mesa algunos ejes de trabajo clave: ¿cómo se está estudiando a día de hoy en nuestro sistema educativo el colonialismo español?, ¿se trabaja en nuestras clases de historia?, ¿la historia conjunta con Guinea Ecuatorial, Marruecos, Sahara cómo está siendo transmitida y elaborada?, ¿qué voces son incorporadas al relato? ¿Por qué, a pesar de la aprobación de diferentes Propuestas No de Ley, el 25 de marzo, Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud, no genera actividades memoriales, educativas o de reflexión en nuestros centros educativos como sí lo hacen otras fechas aprobadas por la ONU? En relación con nuestro sistema universitario: ¿no sorprende, dado el grado de cercanía geográfica, el peso marginal que aún tiene la Africología en nuestros estudios superiores?, ¿es posible seguir manteniendo este grado de eurocentrismo a la hora de abordar desde España nuestros estudios culturales?

 

  • La comunidad afrodescendiente en España está señalando también el profundo racismo que aún destila nuestra producción cultural y que se mueve en tres líneas: el mantenimiento de los estereotipos coloniales, “dulcificados” por el paso del tiempo pero de raíz profundamente racista (véanse las representaciones de la “negritud” cada 5 de enero…), la identificación de la africanidad con la pobreza y la “necesidad” de ayuda, que construye la imagen continental desde los gabinetes de comunicación de las grandes ONGs estadounidenses o europeas y la folklorización/exotización que sofoca la visibilidad de las aportaciones contemporáneas de la creación africana y sus políticas culturales en todos los campos. Aprovechar desde España este Decenio para apoyar iniciativas comunicativas que se hacen eco de dicha contemporaneidad (como Afribuku o Wiriko) o generar líneas institucionales de apoyo a la bibliodiversidad sensibles a la creatividad afrodescendiente y su representación simbólica en todos los campos (como la experiencia de PotoPoto en el campo del álbum ilustrado infantil) podrían ser líneas de actuación sencillas pero eficaces para contribuir al cumplimiento de los objetivos del Decenio.

  • Junto a todo ello, la aprobación de la Ley Integral contra el racismo que viene demandando la comunidad de ascendencia africana en nuestro país sería, sin duda, el mayor avance que podría darse aprovechando la sinergia internacional, posicionando en la agenda mediática estatal los puntos señalados y contribuyendo a un debate rico y abierto sobre nuestras propias diversidades y la multiplicidad de nuestras herencias.

Desde el sector profesional tenemos por delante un interesante camino desmontando nuestra parte de responsabilidad en la perpetuación de estereotipos, así como nos corresponde ser un aliado natural de la comunidad afrodescendiente española acompañando desde las políticas culturales su reivindicación de mayor protagonismo, representatividad y reconocimiento.