¿El mecenazgo como panacea?: derechos culturales, desequilibrios territoriales y financiación

En los últimos cinco años se han sucedido en nuestro país diversos análisis y grupos de trabajo que han tratado de poner la actual problemática sobre financiación cultural y de las artes en el centro del debate público. Si bien en los medios de comunicación la cuestión se ha circunscrito a la movilización alrededor del IVA cultural y desde el propio sector profesional (envidiando la vivacidad que Los Intermitentes tuvieron en Francia) se está haciendo un esfuerzo ingente por visibilizar la precariedad laboral de los trabajadores culturales, los efectos de la subcontratación abusiva así como la falta de transparencia y prácticas de corrupción política que han jalonado el empleo cultural en la última década, la poderosa retórica de la “solución público-privada” y el maná que llegará al sector a través del mecenazgo lo va inundando todo. Si, como ha afirmado el ministro Méndez de Vigo, la Nueva Ley de Mecenazgo, será la principal línea estratégica en materia de cultura del gobierno, será interesante detenernos en una perspectiva comparada de experiencias para abordar con el suficiente rigor este futuro debate.

Más allá del análisis de experiencias de éxito concretas en el campo del mecenazgo cultural y más allá también (especialmente en el ámbito municipal) de la necesidad de clarificar los límites entre patrocinio y mecenazgo y prevenir a través de rigurosos controles de transparencia posibles usos clientelares del mismo, ¿sobre qué certezas se está apoyando este cambio discursivo desde la concepción de la cultura como un servicio público a la lógica de la esponsorización? ¿Qué prácticas serían susceptibles de mecenazgo y en cuáles se está contribuyendo a reforzar la dejación de competencias públicas (dos ejemplos para el debate: la presencia de marcas en el centenario de Buero Vallejo y la financiación de la digitalización del archivo Miguel Delibes) Y en otro nivel: si el marco internacional en materia cultural avanza irremediablemente hacia el paradigma del fomento de la diversidad cultural y la consolidación de los derechos culturales en el marco de los derechos humanos, ¿España puede abordar el debate sobre financiación cultural al margen de este contexto internacional?

En el estudio comparativo realizado por Enrique Bustamante, España: la cultura en tiempos de crisis,  sobre los efectos del mecenazgo en Francia y Brasil y tras citar a Mulcahy “Una esfera cultural predominantemente privatizada está menos dispuesta a plantearse cuestiones sobre la diversidad estética, la accesibilidad pública y la representatividad cultural” se constata que:

  • Las donaciones culturales por parte de las marcas, atendiendo a criterios de visibilidad e impacto, tienden a concentrarse tanto en las grandes instituciones (precisamente aquellas que cuentan con una mayor dotación y seguridad presupuestaria pública) como en eventos puntuales que refuerzan, frente a paradigmas de creación de nuevos públicos o democratización en la accesibilidad, lógicas de espectacularización de la cultura.

 

  • En el caso francés se vivieron dos graves desequilibrios: el territorial, aglutinando las experiencias de mecenazgo cultural en la capital dado que garantizaba una mayor visibilidad mediática; el sectorial, marginando sectores como los espectáculos en vivo o la creación contemporánea.

 

  • En el caso del mecenazgo brasileño, la famosa Ley Rouanet, planteado como el gran modelo de éxito iberoamericano y a pesar de la creación de la Comisión Nacional de Incentivo Cultural que trataba de paliar el efecto de los desequilibrios territoriales, en palabras del ministro Juca Ferreira:

“generó concentración porque el 90% del presupuesto se quedó en Minas Gerais, el 80% en Río y São Paulo, el sudeste más desarrollado del país, y de ese 80%, un 60% va a parar a dos ciudades: Río de Janeiro y São Paulo y dentro de esas ciudades son siempre los mismos. ¿Quiénes? Aprobamos decenas de millares de proyectos y los departamentos de márketing de las empresas son los que deciden. Y los que eligen son aquellos que benefician a la imagen de la empresa y a los artistas que menos necesidades tienen, lo que supone un refuerzo de la desigualdad. Y además casi el 100% del dinero es público, un dinero público que se decide con criterios privados. No tiene futuro esa ley, yo la llamo el huevo de la serpiente en Brasil. Tiene una cara muy impresionante, pero un interior… Y además no ha creado mecenazgo en estos 20 años, si el dinero es público, no es mecenazgo.”

En otro interesante análisis comparado, El modelo español de financiación de las artes y la cultura en el contexto europeo, de Juan Arturo Rubio, Joaquim Rius y Santi Martinez tras analizar las experiencias de mecenazgo en EEUU, Reino Unido y Francia, y una vez más alertando sobre las pautas de fuerte concentración de las donaciones en determinados territorios y  grandes instituciones, se apuntan nuevos efectos a tener en cuenta:

  • Con motivo de la crisis económica, las aportaciones privadas a la cultura han vivido un importante descenso en todos los países y modelos observados, incluyendo los que cuentan con una sólida tradición y trayectoria de mecenazgo privado.
  • Las organizaciones y sistemas culturales más dependientes de esta vía de financiación sufrieron los efectos de los recortes de forma más prematura e intensa que los más dependientes de financiación pública.

Ante estas experiencias internacionales y teniendo en cuenta el debate que tendremos que afrontar en España si realmente se va a avanzar en una Ley de Mecenazgo, quizá sería interesante delimitar algunos ejes fundamentales que tendrán que estar presentes en su articulación:

  • De modo previo al debate sobre modelos de financiación cultural habría que afrontar, tanto por los compromisos internacionales suscritos por España como por mandato constitucional, cómo se va a garantizar en nuestro país la protección de los derechos culturales de toda la ciudadanía española y la igualdad en el acceso a la participación cultural. Sería desde este paradigma, al que ya se ha sumado a través de diferentes tratados y convenciones nuestro país, desde el que se podrían abordar con rigor las necesidades financieras que permitieran avanzar en el cumplimiento de dichos derechos y prevenir las desigualdades en el acceso a la cultura.
  • Si ha sido el nivel local el que, frente a los recortes presupuestarios en materia cultural, ha ejercido el papel de barrera de contención, un debate serio sobre una futura Ley de Mecenazgo, no podría ni invisibilizar ni suplantar la urgente rearticulación del sistema público cultural y la dotación de competencias y recursos a favor del Régimen Local.
  • La cultura, entre otras dimensiones, es un servicio público y como tal ha de tener garantizada una dotación presupuestaria que permita su prestación. El mecenazgo cultural no debería justificar en ninguna circunstancia acciones de recorte presupuestario encubierto.
  • Si las experiencias internacionales nos alertan sobre los efectos de concentración territorial de las donaciones culturales, ¿qué elementos y acciones se implementarían para proceder a una redistribución tanto temática como geográfica de las mismas? Ante el enorme desequilibrio territorial y demográfico que vive España, ¿qué efectos podría tener dicha Ley sobre los derechos culturales de la ciudadanía de la España rural? ¿Cómo se articularán medidas compensatorias para la protección de la cultura rural ante el previsible desequilibrio centralista?
  • ¿Qué papel jugarán, como propone de nuevo Enrique Bustamante, las aportaciones del mecenazgo social?:

Fomento del mecenazgo social: El mecenazgo puede y debería ser, más aun en tiempos de crisis fiscal, una gran herramienta de fomento y apoyo de la actividad cultural. A condición de que lo público, una agencia pública e independiente a ser posible, lo mida, gestione y oriente. Una nueva ley de Mecenazgo, exclusiva para el campo cultural (separada del resto de la “charity”), debería en ese sentido graduar sus desgravaciones y deducciones, desde las actuales cotas ya citadas hasta el 30 -70 % según criterios y labels precisos, públicos y transparentes: primando a los proyectos que promocionen la diversidad cultural interna y en cooperación con terceras culturas, a las obras y empresas que se adecuen a los planes estratégicos nacionales o sectoriales, a los trabajos articulados entre lo público y lo privado, a las donaciones privadas o de microfunding (por Internet, o no).

Estos serán algunos de los elementos clave sobre los que tendremos que debatir y profundizar para afrontar con garantías las tensiones que plantea la financiación cultural en España.