Construir la humillación: discurso neoliberal y Sur de Europa

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Publicado en La Marea el 12 de octubre de 2015

Publicado en Rebelión el 13 de octubre de 2015

Como bien nos enseña Jorge Alemán, “la realidad está constitutivamente
construida por discursos”. Si bien la Escuela de Frankfurt ya nos señaló los peligros
de la emergencia del Discurso Capitalista (con mayúsculas) que se pretendía
monolítico y sin fisuras, los años 80 vinieron a envolverlo en celofán con el “No hay
alternativas” de Margaret Thatcher.
¿Qué tipo de argumentos nos hemos dado como sociedad europea para dar
permiso a las instituciones de la UE en su intervención en Grecia? ¿Cuál ha sido la
trama de consentimientos implícitos que nos han llevado a desembocar en esta
crisis internacional de soberanía?
En primer lugar, deberíamos fijar nuestra atención sobre la construcción cultural
del significado del centro de Europa frente a la “periferia”. Es curioso constatar
cómo se ha construido este antagonismo de modo que se solapa de un modo casi
perfecto con los valores neoliberales. Frente al Sur que ha quedado designado
alrededor del eje “lo retrasado, lo popular, lo material, lo ingobernable, el derroche,
lo irracional”, Alemania (y por extensión la Troika) se ha erigido como encarnación
del progreso, el prestigio, la innovación, el orden, la disciplina y la contención, sin
que existan ni en un caso ni en el otro elementos reales que permitan tal
generalización. Han sido las élites económicas del Sur, las que desde una posición
de inferioridad que buscaba ser revertida a través del “permiso a pertenecer” las
que reforzaron a través de su emulación esta dicotomía.
Este mismo discurso incorporado en los medios de comunicación europeos y en los
medios griegos, controlados por la oligarquía helena, contribuyeron a invisibilizar
durante la época de “bonanza” previa al estallido de la crisis de 2008, la inacción de
los gobiernos griego, español, italiano y portugués para impulsar cambios
institucionales y de operativa en el Banco Central Europeo, así como el aumento
paulatino de los beneficios que los bancos franceses y alemanes estaban
obteniendo con las burbujas inmobiliarias del Sur de Europa. De igual modo, bajo
este discurso de estigmatización del Sur, se ocultó que tras seis años de obediente
aplicación de las medidas de austeridad por parte del último gobierno griego,
Grecia perdió el 25% del PIB y tenía al 60% de su juventud en el paro.
Frente a este enorme antagonismo discursivo, la situación griega ha puesto otros
elementos importantes de relieve.

Tecnocracia y Política
Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, socialdemócrata, abogó por la
sustitución del Gobierno de Syriza democráticamente elegido por otro conformado
por tecnócratas. De igual manera, en pleno proceso negociador de la deuda, el
propio Tsipras afirmaba: “si pudiese quedar a solas a cenar con Ángela Merkel
encontraríamos una fórmula de solución en menos de dos horas”. La negación del
lado ideológico del proceso tiene un componente ideológico en sí mismo que ha
sido enmascarado por el barniz de “lo técnico” y no basado en decisiones políticas.
Nos encontramos frente al mito de la administración neutral y la “buena gestión”
del que tanto se sirve el neoliberalismo como barrera. Es el mismo“conocimiento
neutral experto” que expulsó a Varoufakis del propio proceso negociador o que
estamos viendo en las negociaciones del TTIP en la Comisión Europea. Al fin y al
cabo, no es la gestión el punto débil del Sur de Europa, sino como afirmaba el
Financial Times “El vínculo más débil de la eurozona es el de los votantes”…

 

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Culpa y Castigo
Frente al Silencio Ruidoso del que nos habla Boaventura de Sousa con el que
nombra el hecho de que el sufrimiento social no esté encontrando espacios para
decirse frente a la imposición de la “lógica del sacrificio” que está sustentando las
medidas de austeridad, nos encontramos con un eje discursivo que encuentra un
amplio eco en países de importante tradición católica (ortodoxa en el caso griego).
Se trata de hacer entender la deuda, el hecho económico de la deuda (utilizado
como dominación política y elemento de control y dependencia) como un
proceso de culpa nacional que se corrige mediante la expiación, el sacrificio y la
aplicación de correctivos a “vagos y derrochadores” que no se individualizan sino
que se difuminan entre la población en general.
Es interesante observar cómo, frente a otros procesos de deuda, el discurso
asociado cambia.
Así, si frente a la deuda bancaria se asimiló el chantaje: “si yo caigo, tú caes
conmigo”; frente a la deuda de países como Estados Unidos se expresa desde
términos de control de la situación o negociación, en el caso griego y del Sur de
Europa se busca la imagen social de la humillación (esas fotografías de colas frente
a los cajeros automáticos tan interesadamente repetidas…)
Naturalización del poder neoliberal
¿Por qué no se nombró la situación en Grecia, antes de la llegada al gobierno de
Syriza como“crisis humanitaria”? No sólo se había reducido el PIB en un 25% y el
déficit presupuestario en un 15%. No sólo existía un 60% de desempleo juvenil y
un 40% de niños en situación de pobreza. Se había doblado el índice nacional de
pobreza, había aumentado la tasa de suicidios y la de mortalidad infantil. Se había
producido la desregulación total del mercado de trabajo y junto a la destrucción
productiva y la emigración masiva, derechos sociales básicos como la sanidad
estaban encontrando su última expresión en consultas médicas y farmacias
sociales.
¿Por qué desde los medios de comunicación y espacios de análisis político en
ningún momento se utilizó esta expresión? La capacidad del neoliberalismo para
hacer pasar por natural un dogma económico que sitúa “lo catastrófico” en todo
aquello que se sitúa fuera es una de las razones. Los programas de austeridad que
están generando estas crisis humanitarias en el sur europeo cuentan con un
mecanismo ideológico previo por el cual se desplaza la culpa de las élites
económicas a la población en general. Fue Mario Draghi quien participó a través de
Goldman Sachs en la falsificación de los libros de cuentas griegos que permitieron
su entrada en la eurozona y los propios “altos funcionarios de la UE” quienes
potenciaron una situaciónde “neo-protectorado” a través de la dependencia de los
sectores turístico e inmobiliario y el aumento de las exportaciones de los
productos alemanes a los países periféricos, contribuyendo a profundizar la
división europea del trabajo por la que el Sur de Europa vive su propio proceso de
“maquilización” en forma de precariedad e impulso de los sectores de bajo valor
añadido.
Aún no hemos visto que se exijan responsabilidades personales o profesionales a
quienes ostentaban cargos de representación pública y que llevaron a Grecia a esta
situación.

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Lobby financiero y Soberanía
Fue Varoufakis quien nombró el proceso de negociación de la deuda griega como
un “golpe de Estado financiero”. Poniendo sobre la mesa el hecho de que las
instituciones europeas estaban utilizando el euro como instrumento de
dominación económica y política en nombre de un gran lobby que había sustituido
a la soberanía europea, fue después Juncker quien apuntaló, aunque desde la
dirección opuesta este edificio argumental remarcando: “no puede haber
decisiones democráticas contra los tratados europeos”.
Es interesante poner el acento sobre el hecho de que han cambiado los
mecanismos de coerción, que, siguiendo lo que planteaba Foucault en “La
microfísica del poder”, nos encontramos ante la invisibilización del “enemigo” que,
ante intervenciones contrarias a la soberanía nacional, impide una articulación
clara de respuesta.
El uso de la amenaza y el dictado de condiciones encontraron su eco en los medios
de comunicación bajo la terminología “neutra” de la “negociación” cuando en
realidad se estaba dando un proceso de acumulación de arbitrariedades. En mitad
de la fase más dura de conversaciones tanto la socialdemocracia europea como los
conservadores se situaron en la denuncia de Grecia por su “incapacidad de acatar”,
su “estrategia de conflicto” y su “intransigencia”, reforzando la visión de
desigualdad que subyace en la propia petición de humildad y contribuyendo
mediáticamente al descrédito de las alternativas.
Emergencia de una nueva posibilidad
Llama la atención también el cambio discursivo dentro de las “alternativas
políticas”. Si bien la socialdemocracia europea de los años 60 llevaba en sus
programas medidas fiscales que en la actualidad serían tachadas como gestos
desafiantes y radicalidad, demostrándonos el dominio hegemónico del
neoliberalismo en Europa en las últimas décadas, el caso de Syriza nos muestra
que la apelación al país, a la construcción de un nuevo significado del “orgullo
nacional” a través de la denuncia de los memorandos, el recuerdo de las aún no
resueltas reparaciones de guerra de Alemania a Grecia, así como el hecho clave de
poner en el centro la soberanía y la denuncia de la pérdida de ésta ante los
organismos económicos internacionales y los intereses lobbystas que habitan en
su seno, marcan un nuevo camino para la articulación discursiva del Sur de
Europa. La resignificación de la noción de país y de la afectividad relacionada con
el sentido de soberanía, muestran una posible puerta de salida democrática a la
actual crisis de significado europea frente al riesgo del auge de los nuevos
fascismos y la xenofobia.
La búsqueda de un cambio en la correlación de fuerzas, que lograse integrar junto
a los países del Sur de Europa, las demandas de una Europa del Este igualmente
“estigmatizada”, así como la capacidad de tender puentes desde el propio sur de
Europa al Sur Global de cara a revertir la búsqueda continua del neoliberalismo del
“ejemplo negativo” que demuestre que “es imposible” generar un modelo
alternativo al actual, nos puede reconciliar con la creencia de que, una vez más
citando a Alemán que cita al poeta, “sólo en el peligro de la política puede crecer lo
que nos salva”.

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